lunes, 2 de marzo de 2009

DE QUE TERRITORIO HABLAN LOS PALESTINOS

A continuacion un articulo interesante que sostiene que los palestinos nunca tuvieron territorio

La moral empetrolada

Hoy Israel, la nación de los judíos, con pelos y señales, es un país como cualquier otro.

por Mario Linovesky

Cuando yo la conocí a Doris Day,...- bromeaba con sus oyentes Groucho Marx- ella "todavía" no era virgen. Con el mismo criterio, de haber estado hoy vivo y en Tierra Santa, pero hablando en serio, no se habría empachado de decir: - Yo conocí a todos esos egipcios, jordanos, libaneses, sirios y tantos otros advenedizos oriundos de los países árabes... cuando ellos todavía no eran el "milenario pueblo palestino". Un historiador (*) algo más sobrio que el genial cómico de las grandes gafas, escribió sobre el asunto:

"De la Palestina bíblica, en relación con el lugar ocupado antiguamente por el pueblo filisteo, no quedan herederos: desaparecieron como los dorios o los jonios en Grecia, los hititas en Anatolia, los hicsos o los pueblos del mar que invadieron Egipto, o los carios y fenicios. No hay palestinos históricos: sólo y únicamente, usurpadores del gentilicio."

La Palestina histórica, como macro topónimo, contenía antiguamente partes de Israel, Egipto, Líbano y Jordania, con alguna cuña en Siria. Es término geográfico relativo a las tierras de los filisteos del siglo XII antes de Cristo, por lo que primeramente se llamó Phillistia, que en el siglo II fue denominada Siria Palestina, funcionando el término como adjetivo alusivo al que era parte de la provincia romana de Siria.

No hay mención posterior al siglo III que recoja el topónimo, que se olvidó a lo largo de toda la edad media para resucitar, interesadamente y como título oficial de naturaleza política, cuando los ingleses se hicieron cargo de las tierras que habían pertenecido a Turquía hasta la primera guerra mundial. Palestina fue siempre un término geográfico sin fronteras definidas, referido a tierras no necesariamente comprometidas a poder concreto alguno. Desde luego, durante casi dos milenios no existió el gentilicio 'palestino' en conexión con personas y mucho menos en relación con los habitantes de Tierra Santa: era como hablar de hititas en relación con los habitantes de Asia Menor o de Anatolia.

Sencillamente, no existía el concepto, carecía de referente. Los distintos imperios sucesivos anteriores a Roma tampoco utilizaron nunca un nombre que particularizara a tales referidos habitantes de 'Filistea', era agua pasada, cosa caducada: 'no había tales gentes' durante el imperio persa, ni los hombres de Alejandro en su conquista de la tierra hablaron de ellos: tampoco los seleucidas que les siguieron. Y en la edad media, cuando Bizancio señoreaba las tierras, el término 'palestino' es un pozo de silencio que tampoco resucitaron los poseedores posteriores de las tierras.

De hecho, cuando se trata de reencontrar a aquellas gentes entre quienes se hacen llamar así, nos hallamos con noticias curiosas: no es posible remontarse a época anterior al año 1900 o sus alrededores. La poderosa CNN, en la sección dedicada en su web site donde dice proponerse explicar la historia de la zona y del 'problema' a lo largo de los siglos mediante el uso de mapas, no exhibe documentación alguna al respecto anterior a 1917. Y en cuanto al similar web site de la CBS, el mismo intento historiográfico no es capaz de remontarse a fechas anteriores a 1897. Otro tanto cabe decir de la NBC, cuya sección sobre el caso no cuenta con fondos cartográficos anteriores a 1916. Más realista con los hechos, la BBC comienza su pretendida 'milenaria historia
de los palestinos' en 1948.

No hace falta decir que la página web, o web site 'palestina' gasta su pólvora en salvas cuando anuncia una 'historia milenaria palestina del siglo XX' que es epígrafe que recuerda a la respuesta de cierto examen de historia comparada a un alumno que preguntado por los cuatro evangelistas dijo que eran tres: Elías y Enoch; todas estas son versiones paródicas del parto de los montes, cosa insignificante y ridícula que tiene lugar cuando todos esperaban grandes acontecimientos o novedades de importancia, como se puede leer en el refrán latino de Horacio: "Parturient montes, nascetur ridiculus mus" ("parieron los montes y nació un insignificante ratón"; o según la fábula de Fedro que Samaniego reproduce: "Con varios ademanes horrorosos los montes de parir dieron señales. Consintieron los hombres temerosos de ver nacer los abortos más fatales.

Después que con bramidos espantosos infundieron pavor a los mortales, estos montes que al mundo estremecieron, un ratoncillo fue lo que parieron."
Piense el lector amable en Bin Laden o en Arafat y acaso se hará idea cabal del mensaje del viejo dicho. Estos tigres de papel terminan por mostrar la inanidad de sus pretensiones y discurso porque son creación de los medios de comunicación interesados más en ponerle las cosas difíciles al pueblo judío -como de costumbre- que en esclarecer la verdad. No importa que se trate de individuos a quienes alcanza toda corrupción y todo tipo de miserias morales; no importa tampoco que hayan hecho mangas y capirotes de la ayuda humanitaria internacional cifrable, tirando por lo bajo, en más de mil millones de dólares en estos pocos años.

No importa que se haya demostrado de manera palmaria que pagan la pólvora con que luego se hacen volar por los aires esos infelices jóvenes criminales que hacen cierto el viejo dicho: 'Quede yo ciego, si dejo tuerto a mi vecino'. No importa que grupos terroristas de todo el mundo se hayan dado cita en torno a un elemento tan miserable como Arafat y su gente (hoy Hamás y Jizballá), incluido ETA. Nada importa si las piedras, las balas y las bombas se destinan al pueblo hebreo. Es una vuelta cínica y descerebrada, porque engordar al Islam es afilar las garras de la fiera a la que tarde o temprano tendrá que combatir Occidente.

Pero volvamos a nuestro propósito. Las noticias propagadas por los 'palestinos' y sus secuaces carecen de historia, son todas un invento, una fabricación en la nada. Lo que pone de manifiesto sin quererlo la mencionada web site palestina, es que antes de 1900 no existía el concepto 'palestino' tal como hoy se emplea. Si se lee el libro de Joan Peters: "De tiempos inmemoriales", se comprueba, de acuerdo con la documentación contrastadísima que se maneja, que la tierra de Israel no ha estado poblada por palestinos en las épocas moderna y contemporánea, como se desprende de los relatos de viajeros de los siglos XVIII, XIX y XX, sino que era un territorio casi vacío.

Son más de cincuenta los libros y relatos de viajeros europeos manejados para afirmar que todos coinciden en no haberse encontrado nunca con nadie en el 90% de las tierras que actualmente forman el Estado de Israel, el Reino de Jordania, la República de Siria y El Líbano, que no se sabe realmente lo que es hoy, o a quien obedece. René de Chateubrand en su Viaje de París a Jerusalén expresa la extrañeza que se siente ante la desolación y la despoblación total de la Tierra Santa, y Alphonse de Lamartine, que la visitó en 1835 para meditar y tratar de armonizar su fe cristiana con el racionalismo filosófico del siglo XVIII, dice en su libro de recuerdos de Oriente que 'fuera de las puertas de Jerusalén no vimos ningún ser viviente ni escuchamos sonido alguno': sencillamente, no había gente.

El estadounidense Mark Twain, que visitó la zona en 1867, afirma: 'Tal desolación existe aquí que no se puede describir; hemos llegado a Tabor... no hemos visto a ningún ser humano en todo el viaje'. Diez años antes, el cónsul británico para Palestina declaraba: 'El país está vacío de habitantes y sería necesario que tuviese alguna población'. Si se consulta el censo turco para la región, de 1882, cosa que yo tuve ocasión de hacer un siglo después, en toda la tierra de Israel, parte del Líbano, Jordania y Sinaí hay 140.000 habitantes, tanto árabes como cristianos y judíos. ¿Dónde estaba el milenario pueblo palestino?.

En ninguna parte. Mejor dicho: quienes se dicen sus descendientes estaban en Jordania, Siria y Egipto. De esos países llegaron en el primer tercio del siglo XX a la Tierra Prometida. Prometida porque la presencia cada vez más numerosa de los judíos sionistas creó fábricas, saneó el suelo, creó mano de obra; al reclamo de la actividad judía se arracimaron en una tierra que nunca habían habitado por la sencilla razón de que era inhabitable por su insalubridad y pobreza.

Debido a este hecho, y sobre todo a la inmigración judía de socialistas idealistas procedentes de Europa del Este, que se establecieron en kibutzim y moshavim a modo de granjas y fábricas colectivas, la población se disparó, y los árabes, que habían despreciado la tierra hasta entonces emigraron a ella en número de 650.000 en 1922, ubicándose precisamente en los lugares donde los judíos habían creado riqueza y trabajo.

Aquel mismo año el gobernador británico del Sinaí puso de relieve que aquella inmigración era en su mayor parte ilegal, y que procedía de Transjordania, Egipto y Siria. En 1930 las autoridades inglesas del Mandato apoyaban el conocido y poco recordado Hope Simpson Report diciendo: 'la lista de parados está ampliándose por la constante inmigración árabe a través de Transjordania y Siria', información que se ve corroborada por fuentes árabes de la época: el informe del gobernador del distrito sirio de Hauran, Tewfik Bey El-Haurani, que escribe: 'Más de 300.000 sirios de Hauran se mudaron a la tierra de Israel en estos años de 1930'. Y el primer ministro inglés W. Churchill dijo en 1939: 'Lejos de ser perseguidos, los árabes se han desplazado al país desde sus países de origen'. Los judíos eran el polo de atracción gracias a los puestos de trabajo que estaban creando.

Uno de los autores del Libro Blanco británico de 1939, que restringía la inmigración judía a Tierra Santa, admitía que de no ser por los judíos ni siquiera habría la mitad de la población árabe que había. No es difícil comprender, por lo tanto, el hecho de que tras la Intifada y la consecuente prohibición de acudir al trabajo en Israel, la población árabe de los territorios autónomos haya superado en un par de meses más del 40% de paro, y que la mayoría cuenten con ayuda de Europa para seguir comiendo, y con ayuda de sus hermanos árabes para seguir disparando y asesinando, sin olvidar, como se ha demostrado estos días, que los hombres-bomba se financian con fondos que la propia ANP asigna, conocedora del fin que tales dineros tienen."
(***) Pancracio Celdrán Gomáriz

Lo que antecede es una verdad que, deberemos reconocerlo nos guste o no, primero los judíos, y a partir de 1948 las autoridades del Estado de Israel, no supieron, no se animaron, o no quisieron gritar a los cuatro vientos e impedir así que la mentira árabe se propagara. Y gracias a esta omisión y equivocación históricas, pasa lo que está pasando; una falencia de la que, finalmente, acabaron aprovechándose los "neonatos palestinos", imponiendo su presencia "de facto" en esa tierra que no les pertenece. Se sabe bien que el perro, animal amigo del hombre y menospreciado por los árabes, marca su territorio orinando sobre él.

Y algo parecido hicieron los adventicios de ese "milenario" pueblo con menos de "cien años" de vida, para justificar su presencia en lo que desde tiempos bíblicos se conoce como el Reino de Israel. Los judíos, fieles a su tradición puesto que en la mismísima Toráh ya se les ordena recoger los sembrados pero dejando ciertos sectores intocados para que puedan alimentarse con ellos los "extranjeros", en virtud de esta prescripción de Dios así se comportaron, proveyéndolos de trabajo y sustento.

Obedientes a los mandatos de su conciencia (Hitler, para justificar su inhumanidad, repetía constantemente que "la conciencia... es un invento judío") no pensaron, ni tampoco imaginaron, que los hambrientos a los que un día aprovisionaran de pitanza y abrigo, les pagarían finalmente con tanta guerra y destrucción.

Pero las cosas están dadas de tal modo y con ellas, así como están, les es preciso lidiar a los judíos de la actualidad. Mientras tanto, atrás quedaron los sueños de los pioneros de principios del siglo XX, perdidos en el tiempo sus proyectos primigenios; el hoy es la lucha por la existencia y a ella hay que abocarse sin cobardía ni respiro alguno.

Hoy Israel, la nación de los judíos, con pelos y señales, es un país como cualquier otro, o, tal como lo vaticinara por épocas de la independencia David Ben Gurión: "éste será un país normal, el día que tenga ladrones y prostitutas propios". Pues bien, ahora los/las tiene. Y tantas otras cosas buenas y malas, como las que tiene cualquier país normal de la tierra.

De lo que carece, eso sí, es de rivales con dignidad y vergüenza, que por eso mismo lo hicieron ingresar en una contienda excepcionalmente sucia; en la que sin embargo va ganando cada una de las batallas, aunque está aún lejos de ganar la guerra. Porque el enemigo no es el oponente tradicional y no está tampoco circunscrito a lo que se llama "el pueblo palestino". A la fecha Israel, el diminuto Estado, única democracia del Levante perdida entre dictaduras feroces y fascistas, teocracias degradantes y absolutismos de la peor calaña, ve aumentar el caudal de sus enemigos en forma alarmante.

Y están en todos los sitios del planeta. Basta, para comprobarlo, fijarse en las votaciones de la ONU. Jamás hubo en las asambleas de ese organismo siquiera una amonestación (sólo tímidos sermones) a los constantes actos de terror cometidos por los árabes contra los israelíes; más aún, hasta se nota una cierta condescendencia para con ellos. En cambio, cuando de reprender a Israel se trata, ahí sí, pávidos ante la presencia de los poderosos e intimidantes petroleros tocados con zobe, gutra e igal (o keffiyah, que para el caso es lo mismo), levantan entusiastas sus manos y no hesitan en sancionarlo gravemente.

Para graficar la situación, nada mejor que recordar aquel vapuleado chiste en el que un amigo le cuenta a otro haber visto como nueve energúmenos golpeaban a un inerme transeúnte, y que él, según su costumbre y henchido de un afán justiciero, se había metido como partícipe en la reyerta. -¿Y qué pasó?- le preguntó su oyente. -¿Qué pasó?- fue la contestación- Que entre los diez le rompimos el alma... Y ésta es una realidad incuestionable.

En contra del diminuto Estado de Israel se han alineado tanto la derecha política, así como la izquierda y el centro. Los censores a la misma existencia del país hebreo aparecen en oriente y occidente, en el norte y en el sur. A la orden de los amos del carburante, se mueven diarios, radios y estaciones de televisión, estructuras no gubernamentales, ecologistas y por los derechos humanos. Y también gobiernos que se dicen democráticos.

A cada tanto, organizadas por embajadores palestinos (embajadores sin plácet puesto que lo son de un país que no existe por determinación de sus propios dirigentes) se arman manifestaciones y marchas donde militantes de todas las organizaciones y partidos políticos antedichos van abrazados apiñadamente (disfrazados con el tradicional pañuelo árabe) y entonando consignas antijudías. Y esto ocurre y seguirá ocurriendo, hasta que, como pasó con la expansión del nazismo alemán en los años 40, las naciones verdaderamente democráticas y dignas, al comprobar que los apoyos y alianzas hechos por y con ese Islam fundamentalista se les vuelcan en contra, reconocerán su equivocación y se darán a la tarea de combatirlo.

Entretanto, Israel deberá seguir luchando solo, puesto que los lobos sedientos de sangre están a su acecho. Andan fronteras afuera y también fronteras adentro, se llamen Moratinos, milicias Tanzim, José Saramago, Llamazares, Abu Alá, Mario Vargas Llosa, Chávez, Meshal, CNN, República Democrática de Francia, Ajmadinejad, Fidel Castro, Haniye y otros muchos que como ellos atacan incesantemente a Israel o confunden con su prédica antisionista (seguramente bien pagada) a la opinión pública imparcial.

Se les unen también algunos israelíes y árabes israelíes (los de fronteras adentro, lemashal: Ilán Pappe, Tali Fahima, Bishara, Guideón Levy y una larga lista) y no pocos judíos de la diáspora (Shlomo Slutzky, Noam Chomsky, Robert Fisk y siguen las firmas en otra larga hilera), quienes, añorantes de aquel estalinismo de antes del derrumbe del muro de Berlín, anteponen a la tranquilidad y seguridad propia y de sus familias, esa ideología caída en desuso que marcó su juventud. Algunos, créase o no, hasta llegan al despropósito de exigir un estado binacional. Palestinos y judíos viviendo juntos bajo un gobierno unificado, claman.

No explican, desde luego, como sería posible tal convivencia. De qué modo podrían cohabitar los judíos con esas hordas de asesinos nacidos sólo para matar y morir, es algo que les importa muy poco. Que los hebreos sionistas sean superados ampliamente en número y tengan que resignar esa idea gracias a la cual consiguieron su propio país (lo que implicaría abdicar a su misma existencia), los tiene sin cuidado. Porque, lo significativo, lo único importante, es que no se mosqueen los productores del "oro negro", no sea cosa que cierren los grifos y paralicen al mundo. O que aumenten los precios del crudo, que en esta sociedad gobernada por el dinero y los intereses particulares, es lo peor que puede ocurrir. Y de igual manera piensan y temen los gobiernos y las gentes de las más diversas extracciones, con lo cual renuncian a esa moral impoluta y prístina que el judaísmo diseñó para los humanos y que motorizó toda su evolución y avance.

Después de todo, argumentarán, la culpa es de los dinosaurios, que justo se les ocurrió morirse en mayor número en esa zona habitada por la gente del Islam.
***Pancracio Celdrán Gomáriz (Murcia, 1942) es un profesor, erudito y periodista español especializado en Historia y Literatura antigua y medieval, Antropología cultural y Fraseología. Ha publicado abundantes libros y artículos de divulgación cultural.
Celdrán es licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas y doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. También tiene un máster en Historia Comparada y es diplomado en Historia de Oriente Medio, Lengua y Literatura Inglesas, Literatura Comparada y Lengua y Cultura Hebreas.
Su actividad académica se ha desarrollado en distintas universidades estadounidenses (entre ellas la de Berkeley) y europeas, donde ha sido profesor adjunto a cátedra, y finalizó en Medio Oriente, como profesor en las universidades de Haifa, Hebrea de Jerusalén y Ben Gurion del Néguev en Beer Sheva, todas en Israel. También fue profesor invitado en la Universidad Internacional Libanesa, en Beirut.
Como periodista, la mayor parte de su labor se ha desarrollado en la radio, aunque también ha intervenido en prensa escrita y en televisión. Ha sido guionista y creador de programas, articulista y autor de reportajes. También ha participado en tertulias radiofónicas. En la actualidad colabora en el programa No es un día cualquiera de Radio Nacional de España, y en el suplemento dominical del grupo Vocento El Semanal, donde mantiene un consultorio lingüístico.
Además de en numerosos libros, Celdrán ha plasmado sus conocimientos en Raíces, revista cultural de la comunidad judía española